La historia de Friedrich Trump, abuelo del actual líder político de Estados Unidos, Donald Trump, es un relato de ambición, superación y contradicción que contrasta marcadamente con las políticas migratorias de su nieto.
Friedrich, nacido en Kallstadt, un pequeño pueblo en Alemania, emigró a América en 1885 cuando tenía tan solo 16 años, huyendo de la pobreza y las restricciones impuestas por su tierra natal.
De barbero a empresario en el nuevo mundo
Originalmente conocido como Friedrich Trumpf, el joven inmigrante llegó a Nueva York sin hablar inglés y con pocas expectativas, buscando únicamente enviar dinero a su familia, sin embargo, el porvenir sería muy productivo para él.
Al llegar, fue recibido por su hermana y su esposo, quienes ya se habían establecido en la ciudad. Inicialmente trabajó como barbero, oficio que le permitió ganarse la vida en condiciones precarias.
Sin embargo, su ambición lo llevó a diversificar sus actividades y, con el tiempo, incursionó en el sector de restaurantes y hoteles, especializándose en “minar a los mineros” durante la fiebre del oro en el Yukón, ofreciendo servicios a aquellos que se aventuraban en las minas.
Para el año 1900, Friedrich ya había acumulado una fortuna que, ajustada a la actualidad, equivaldría a aproximadamente 500,000 dólares, permitiéndole regresar a Kallstadt y posteriormente establecerse nuevamente en Nueva York junto a su esposa, Elizabeth Christ, con quien tuvo varios hijos.
Este éxito contrasta irónicamente con el discurso de inmigración que, años después, su nieto Donald Trump utilizaría para justificar políticas restrictivas hacia los migrantes.
En 1905, Friedrich enfrentó un duro revés: fue deportado de Alemania después de que las autoridades bávaras descubrieran que había evadido el servicio militar obligatorio.
En un intento desesperado por conservar su residencia en el país, escribió una supuesta carta al príncipe regente de Baviera. En ella, apelaba a la piedad del gobernante, resaltando su éxito económico en América, el bienestar de su familia y la contradicción de tratar con dureza a ciudadanos productivos y honestos.
La carta, que combina un tono suplicante con el orgullo de sus logros, relataba:
“¡Su serenísimo y poderosísimo Príncipe Regente! … Nací en Kallstadt el 14 de marzo de 1869. Emigré en 1885, cuando cumplí 16 años. En América llevé mi negocio con diligencia, discreción y prudencia… Quisiera volver a ser un ciudadano bávaro de nuevo. En esta situación urgente, no tengo otro recurso que volver los ojos a nuestro adorado, noble, sabio, y justo señor…”
Una paradoja histórica: su nieto Donald Trump está sacando a los migrantes de EE.UU.
El legado migrante de Friedrich Trump contrasta de manera notable con la política migratoria de su nieto, Donald Trump, quien ha hecho de la reducción de la inmigración uno de los pilares de su carrera política para llegar al poder por segunda ocasión.
En el contexto hondureño, los vuelos llenos de migrantes retornados se han casi duplicado con el año 2024, haciendo que el gobierno de la presidenta Xiomara Castro deba implementar medidas para ayudarlos en su nuevo y escabroso entorno.
La paradoja radica en que mientras uno de los presidentes estadounidenses más polémicos defiende la exclusión, sus orígenes familiares están profundamente marcados por la búsqueda de una vida mejor en tierras extranjeras. Este relato no solo ilumina el camino de un inmigrante que forjó su destino en el nuevo mundo, sino que también invita a reflexionar sobre la compleja historia de la inmigración en Estados Unidos.